
Cuando uno viaja,
deja viejos ropajes atrás,
en la distancia.
La mirada se agudiza,
la mente despierta,
el alma vuela
y el corazon se enciende.
Atrapado en la carcel de la rutina,
el viajero se libera y corre por sendas benditas.
Puede que cada viaje responda al viejo anhelo del caminante:
Llegar a la cima sagrada de la plena consciencia.
La mirada se agudiza,
la mente despierta,
el alma vuela
y el corazon se enciende.
Atrapado en la carcel de la rutina,
el viajero se libera y corre por sendas benditas.
Puede que cada viaje responda al viejo anhelo del caminante:
Llegar a la cima sagrada de la plena consciencia.
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