jueves, 14 de mayo de 2009

El Arte de Viajar


*Articulo publicado proximamente en el siguiente numero de la revista El Blues del Metabús, del colectivo AUPAM ( Agrupació d'Usuaris/es i Profesionals al voltant de l'Autobús de la Metadona).

“Mordisqueó el pastelillo y se dijo ansiosamente: “¿Hacia donde?, poniéndose la mano en la cabeza para ver en que dirección comenzaría a cambiar. Se quedó bien sorprendida cuando comprobó que no variaba ni en un sentido ni en otro. Claro que esto no es lo que generalmente sucede cuando se comen pasteles; pero es que Alicia estaba ya tan acostumbrada a que todo cuanto le sucediera fuera algo tan extraordinario, que le parecía francamente una sosada y una estupidez, que la vida discurriese normalmente, como si nada.
Así pués, hincó el diente y en poco tiempo dio buena cuenta del pastelillo.”
Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas.

El pasado 9 de Marzo, Juantxo Olcina y el autor de este escrito, presentaron a los compañeros/as y amigos/as del colectivo AUPAM una muestra visual fotográfica sobre la última experiencia que les llevó a viajar a la India desde Barcelona, por medios terrestres, durante más de 6 meses. La muestra tuvo como eje vertebrador, una actuación musical fantástica de Pobre Diablo de la que todavía hoy seguimos hablando en la Plaza.
El mensaje resumido de la experiencia que vivimos durante esos extraordinarios 6 meses fue el desarrollo durante el viaje de una actitud de auténticos viajeros que nos permitió avanzar por lugares desconocidos con mucha seguridad y tranquilidad.
Siempre tuvimos en cuenta que nosotros no éramos simples turistas, sino viajeros. Caminantes errabundos que, como Alicia, buscábamos la manera de seguir maravillándonos de la vida en cada instante, habiendo colgado antes de salir nuestros viejos ropajes como prejuicios, estereotipos, miedos, etc. y dando prioridad a otras facultades como la observación, la paciencia, el respeto y la solidaridad.
Así, de esta manera fuimos atravesando pueblos y fronteras, mares y desiertos, mentes y corazones. La aventura comenzó en la bella Italia, con sus históricos museos y magnánimas obras arquitectónicas aquí y allá, convirtiendo ciudades y pueblos en auténticos museos al aire libre. De allí los ferrys no llevaron a Grecia y a sus preciosas islas del Egeo desde donde llegamos a Turquía. Entre Europa y Asia, entre Oriente y Occidente pasamos unos días inolvidables visitando mezquitas sagradas y exuberantes bazares. Allí nos sorprendió el Primero de Mayo con las protestas populares de estudiantes y trabajadores así como la represión policial y la necedad de sus políticos. En Georgia hicimos buenas amistades y fuimos calurosamente acogidos. Tocamos en bares elegantes y nos deleitamos con sus sabrosos hajapuris. En Azerbaiyán conocimos lugares fantásticos bajo la cordillera del Cáucaso. Una vez en Uzbekistán, visitamos las ciudades más importantes de la mítica Ruta de la Seda, como Bujará y Samarcanda, y en Tashkent, nos sedujeron dos hermosas mujeres. En Kyrgystán nos esperaban maravillosas rutas a caballo a través de sus verdes montañas habitadas por caballos salvajes en libertad.
China nos mostró su lado más desconocido y oculto; Pakistán nos sorprendió con la hospitalidad y la amabilidad de su pueblo. La India nos esperaba con las feroces lluvias del monzón y hasta Dharamsala tuvimos que subir para tomar refugio. Allí asistimos a las charlas del Dalai Lama y fue donde leímos libros sobre la vida y la muerte, así como la vida de Siddharta Gautama, el último Buddha.
Viajamos hacia el norte atravesando el paisaje lunar del Ladakh y llegamos con dificultades a uno de los puntos más conflictivos del planeta, así como uno de los más bellos: Srinagar, “la Venecia de Oriente” en el Valle de Kashmir (o también conocido como el Valle Feliz).
Delhi nos mostró la cara más cruda de la India con sus atascos, contaminación, pobreza y caos urbano.
En Jaipur hicimos vida de monjes budistas en un centro de meditación durante diez días en completo silencio. Una vez finalizado nuestro retiro, diezmados por las diarreas y el anhelo de nuestros seres más queridos, decidimos poner punto “y seguido” a nuestro viaje y pensar en regresar a casa de nuevo después de seis meses de extraordinarias aventuras.

Una vez en Santa Coloma, el espíritu del viajero no permite que sea el mismo de antes. La ciudad deja de ser un lugar indiferente y anónimo donde todo sucede sobre el pavimento gris del asfalto y las calles amontonadas de unos pisos sobre otros. Ahora, en cualquier sitio (en cualquier plaza, el cualquier bar, en cualquier acera) este amigo invisible que conocí en el camino me susurra al oído que la vida esta llena de oportunidades, que nuestras opciones son ilimitadas y que nunca es tarde para demostrar el hermoso diamante que todos llevamos en nuestro interior. Nadie nos salvará. Nadie se emancipará solo. Tan sólo nos liberaremos en comunión.

Que todos los seres sean felices.

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